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miércoles, 30 de marzo de 2016

Acelerando hasta el fondo



Durante varias noches he trabajado arduamente en un proyecto personal. Razón por la que he estado acostándome muy tarde, muchas veces incluso a las 5 de la mañana. El cansancio provocado por tanto desvelo hizo que hoy se me “pegara la sábana”, por lo que desperté bruscamente, y al observar el reloj, me di cuenta que la hora de levantarme había avanzado, y luego de orar, de súbito me incorporé a realizar las actividades rutinarias para salir pronto a mi lugar de trabajo. 

Antes de salir de casa, voltee a ver nuevamente el reloj, y con el corre y corre había logrado recuperar 15 minutos de los 20 que tenía en retraso. Una buena cantidad de tiempo realmente. Tomé mi pequeña maleta donde transporto mi comida del almuerzo, y vi en la mesa de comedor el desayuno que mi esposa había servido para mí: ¡Vaya! No he comido, me dije…y tenía gran hambre como para dejarlo ahí. El desayuno era leche con hojuelas de maíz y cereal. Un desayuno exquisito para mi paladar, pues soy amante de los cereales. No lo pensé dos veces y decidí gastarme uno a dos minutos para “tragar” mi desayuno, el cual aún y cuando estaba muy apurado, lo disfruté. Rápidamente lavé mis dientes y corrí a tomar mi pequeña maleta  y me despedí de mi familia para luego salir casi corriendo de casa con rumbo a tomar el transporte que diariamente me lleva hasta mi centro de trabajo. El vehículo es un microbús el cual transporta a estudiantes universitarios y otras personas que al igual que yo, se transportan a sus lugares de trabajo. Durante el camino me encontré con 3 personas que también iban a tomar el transporte. Saludé rápidamente a cada una conforme les iba encontrando en el camino, pero nunca desaceleré el paso porque estaba empeñado en recuperar los ahora 7 minutos de retraso que tenía acumulados. Al llegar al punto de transporte mi retraso era de unos 4 minutos y esto permitió que encontrará aún un cupo disponible para mí. Al ver el único asiento libre, no lo pensé dos veces y subí rápidamente al microbús y me senté cómodamente y expresé: “Gracias Dios mío, logré llegar a tiempo”. Un par de minutos después mientras el conductor cobraba los pasajes nuestros, comenzaron a llegar las personas que había encontrado en el camino. Todas se quedaron sorprendidas al ver que el microbús ya se encontraba lleno. Y no pude mas que sentir tristeza por ellas, pues razonablemente, ellas también al igual que yo, necesitaban transportarse a sus trabajos.

Durante el trayecto no podía dejar de pensar en aquellas personas y en cómo esto ocurre diariamente ante nuestros ojos sin muchas veces percatarnos de lo afortunados que somos de muchas cosas. 

Es gracias a Dios primeramente, que nos permite esos pequeños espacios de tiempo, en el corre y corre de la vida que logramos aventajarnos con esfuerzo a la aptitud de otras personas. No que estas sean menos capaces, pues al igual que yo en ese par de minutos cruciales de ventaja, lograron también llegar a su meta, pero no lo hicieron a tiempo para cumplir el propósito, el objetivo; y aun cuando llegaron, vieron frustrados sus esfuerzos ¿Por qué? Porque hubo alguien que aceleró más el paso y les llegó primero.

Esta analogía es muy simple y práctica. Nos muestra con claridad que la vida requiere de esfuerzos para cumplir una meta, un objetivo, un proyecto. Ese esfuerzo nace de la voluntad interna que cada individuo tiene muy dentro de sí. Si bien es cierto el tiempo perdido es imposible recuperarlo, pues ya está perdido. Pero si reactivamos nuestra voluntad y actuamos con precisión “acelerando hasta el fondo” es posible que logremos compensar en parte ese tiempo precioso que hemos desaprovechado quizá por circunstancias diversas: Cansancio, pereza, o muchas veces tiempo utilizado en otros menesteres de poco provecho. La palabra de Dios nos advierte: “Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”. Debemos por tanto, sacar esa fuerza interna. Debemos dejar de “dormir” y levantarnos. Debemos dejar de quejarnos de “lo mal que la vida nos ha tratado” y buscar una salida a la situación difícil que estemos atravesando, porque siempre habrá una puerta abierta para salir de cualquier situación, pero es necesario buscarla. Porque también dice la palabra de Dios que “El que busca, halla”. No podemos sentarnos a lamentar lo mal que estamos. El tiempo se irá y no volverá, y cuando lo pienses la vida se te habrá pasado y sólo te quedará decir: “Si hubiese hecho tal cosa y hubiese aprovechado más el tiempo”. No puedes desperdiciar el tiempo tan precioso y vivir solamente lamentándote, porque en esto quizá lo estás invirtiendo.

Es ahora que debes “pisar el acelerador hasta el fondo”. Piensa en un proyecto. Planifícalo. Imponte una meta y trabaja por llegar a ella. Revisa diariamente tus logros en relación a esta meta, y una vez concluida, imponte nuevos retos. Renueva constantemente tus metas. Crece en ellas. Y nunca, pero nunca ¡nunca olvides!, recuerda: Que hay otras personas que al igual que tú, están transitando tú mismo camino. Ellos llegarán también, pero debes acelerar y ganar ventaja, porque en este mundo como en toda carrera, el que llega primero es el triunfador.

3 comentarios:

  1. Es una bonita anecdota y lo motiva a uno a tomar las metas de la vida con mas fuerza y dedicacion.... felicidades tienes eres una buena persona

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    1. Gracias Adiel. Te invito que compartas este blog usando los botones de redes sociales, y que leas mis publicaciones. Te pueden ser de ayuda. Gracias nuevamente.

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