Durante varias noches he trabajado arduamente en
un proyecto personal. Razón por la que he estado acostándome muy tarde, muchas
veces incluso a las 5 de la mañana. El cansancio provocado por tanto desvelo
hizo que hoy se me “pegara la sábana”, por lo que desperté bruscamente, y al observar
el reloj, me di cuenta que la hora de levantarme había avanzado, y luego de orar, de súbito me
incorporé a realizar las actividades rutinarias para salir pronto a mi lugar de
trabajo.
Antes de salir de casa, voltee a ver nuevamente el reloj, y
con el corre y corre había logrado recuperar 15 minutos de los 20 que tenía en
retraso. Una buena cantidad de tiempo realmente. Tomé mi pequeña maleta donde
transporto mi comida del almuerzo, y vi en la mesa de comedor el desayuno que mi
esposa había servido para mí: ¡Vaya! No he comido, me dije…y tenía gran hambre
como para dejarlo ahí. El desayuno era leche con hojuelas de maíz y cereal. Un
desayuno exquisito para mi paladar, pues soy amante de los cereales. No lo
pensé dos veces y decidí gastarme uno a dos minutos para “tragar” mi desayuno,
el cual aún y cuando estaba muy apurado, lo disfruté. Rápidamente lavé mis
dientes y corrí a tomar mi pequeña maleta y me despedí
de mi familia para luego salir casi corriendo de casa con rumbo a tomar el
transporte que diariamente me lleva hasta mi centro de trabajo. El vehículo es
un microbús el cual transporta a estudiantes universitarios y otras personas
que al igual que yo, se transportan a sus lugares de trabajo. Durante el camino
me encontré con 3 personas que también iban a tomar el transporte. Saludé
rápidamente a cada una conforme les iba encontrando en el camino, pero nunca
desaceleré el paso porque estaba empeñado en recuperar los ahora 7 minutos de retraso
que tenía acumulados. Al llegar al punto de transporte mi retraso era de unos 4
minutos y esto permitió que encontrará aún un cupo disponible para mí. Al ver
el único asiento libre, no lo pensé dos veces y subí rápidamente al microbús y
me senté cómodamente y expresé: “Gracias Dios mío, logré llegar a tiempo”. Un
par de minutos después mientras el conductor cobraba los pasajes nuestros,
comenzaron a llegar las personas que había encontrado en el camino. Todas se
quedaron sorprendidas al ver que el microbús ya se encontraba lleno. Y no pude
mas que sentir tristeza por ellas, pues razonablemente, ellas también al igual
que yo, necesitaban transportarse a sus trabajos.
Durante el trayecto no podía dejar de pensar en aquellas
personas y en cómo esto ocurre diariamente ante nuestros ojos sin muchas veces
percatarnos de lo afortunados que somos de muchas cosas.
Es gracias a Dios primeramente, que nos permite esos
pequeños espacios de tiempo, en el corre y corre de la vida que logramos
aventajarnos con esfuerzo a la aptitud de otras personas. No que estas sean
menos capaces, pues al igual que yo en ese par de minutos cruciales de ventaja,
lograron también llegar a su meta, pero no lo hicieron a tiempo para cumplir el
propósito, el objetivo; y aun cuando llegaron, vieron frustrados sus esfuerzos
¿Por qué? Porque hubo alguien que aceleró más el paso y les llegó primero.
Esta analogía es muy simple y práctica. Nos muestra con
claridad que la vida requiere de esfuerzos para cumplir una meta, un objetivo,
un proyecto. Ese esfuerzo nace de la voluntad interna que cada individuo tiene
muy dentro de sí. Si bien es cierto el tiempo perdido es imposible recuperarlo,
pues ya está perdido. Pero si reactivamos nuestra voluntad y actuamos con
precisión “acelerando hasta el fondo”
es posible que logremos compensar en parte ese tiempo precioso que hemos
desaprovechado quizá por circunstancias diversas: Cansancio, pereza, o muchas
veces tiempo utilizado en otros menesteres de poco provecho. La palabra de Dios
nos advierte: “Aprovechando bien el
tiempo, porque los días son malos”. Debemos por tanto, sacar esa fuerza
interna. Debemos dejar de “dormir” y levantarnos. Debemos dejar de quejarnos de
“lo mal que la vida nos ha tratado” y buscar una salida a la situación difícil que
estemos atravesando, porque siempre habrá una puerta abierta para salir de
cualquier situación, pero es necesario buscarla. Porque también dice la palabra
de Dios que “El que busca, halla”. No
podemos sentarnos a lamentar lo mal que estamos. El tiempo se irá y no volverá,
y cuando lo pienses la vida se te habrá pasado y sólo te quedará decir: “Si
hubiese hecho tal cosa y hubiese aprovechado más el tiempo”. No puedes
desperdiciar el tiempo tan precioso y vivir solamente lamentándote, porque en
esto quizá lo estás invirtiendo.
Es ahora que debes “pisar
el acelerador hasta el fondo”. Piensa en un proyecto. Planifícalo. Imponte
una meta y trabaja por llegar a ella. Revisa diariamente tus logros en relación
a esta meta, y una vez concluida, imponte nuevos retos. Renueva constantemente
tus metas. Crece en ellas. Y nunca, pero nunca ¡nunca olvides!, recuerda: Que
hay otras personas que al igual que tú, están transitando tú mismo camino.
Ellos llegarán también, pero debes acelerar y ganar ventaja, porque en este
mundo como en toda carrera, el que llega primero es el triunfador.
Es una bonita anecdota y lo motiva a uno a tomar las metas de la vida con mas fuerza y dedicacion.... felicidades tienes eres una buena persona
ResponderEliminarGracias Adiel. Te invito que compartas este blog usando los botones de redes sociales, y que leas mis publicaciones. Te pueden ser de ayuda. Gracias nuevamente.
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ResponderEliminaryyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy
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