En casa, siempre por las noches antes de acostarnos, tenemos la hermosa oportunidad de guiar a nuestro hijo pequeño en su oración a Dios, tal como lo hacíamos con sus hermanos mayores. Para mi esposa y para mí es muy importante que ellos aprendan a depender de Dios y por sobre todo que vivan sus vidas confiados en él. Las oraciones siempre comienzan dando gracias a Dios por todo lo bueno que él ha sido para con todos nosotros durante ese día y los que ya hemos vivido. Damos gracias además por el alimento que puso en nuestras mesas y la salud que nos ha permitido gozar, sus cuidados constantes no sólo hacia nosotros sino también hacia nuestros hermanos en Cristo, familiares, compañeros, y amigos. Luego de dar gracias, seguidamente ponemos nuestras peticiones delante de él. La oración se extiende hasta nuestros gobernantes, niños, ancianos, y todos aquellos que por alguna circunstancia se encuentran “desamparados” en este mundo, sin una ayuda aparente, sin un motivo porque vivir.
La vida no es nada fácil. Hay quienes piensan que por ser
rico se goza de plena alegría. Eso es falso. Qué sentido tiene tener dinero y
no poder gozar de él. Qué sentido tiene decir que se es millonario cuando estás
atado a una enfermedad. Tener dinero, no es ser millonario. Eres millonario cuando
eres libre de toda atadura, represión, y hasta de tus propios pensamientos.
Porque hay personas que son esclavas de sí mismas. Conozco personas que tienen
dinero en abundancia, y gozan de excelente salud física, pero cuando llega la
hora de comer, comen un poco de arroz junto a un vaso con agua.
Recuerdo cuando en el año 2004 una compañera de trabajo cayó
muy enferma. Para entonces ella tenía 24 años de edad. Estaba muy hermosa,
elegante. Tenía una energía que transmitía. Muy proactiva. Cuando hablaba
parecía hacerlo en un tono militar. Sus palabras iban impregnadas de cierta
autoridad y cuándo hacía una pregunta, en el silencio al esperar la respuesta,
parecía decir “dígalo ya”. Era como implícita aquella necesidad de que tal
pregunta ameritaba una respuesta rápida y urgente. Como si el tiempo se agotara
y que ya no había tiempo para esperar.
Y así fue. Esta enfermedad había avanzado rápidamente. Era
un cáncer en el colon por el cual debían operarle. Y así lo hicieron. Los médicos
le operaron a los pocos días. Todos los compañeros le vimos decaer rápidamente en
su salud. Pasaron algunos meses, y para sorpresa de todos, un día se apareció
por las oficinas, muy radiante, llena de vida, feliz. Todos nos pusimos muy
contentos con su recuperación, y nunca olvido sus palabras al describir tan
cruel enfermedad: “Wilmer, aquí es donde aprendemos a dar gracias a Dios hasta
por permitirnos poder ir al baño para hacer nuestras necesidades”. Tristemente
su mejoría fue muy temporal. Unos meses después ella volvió a recaer
fuertemente, y en un lapso de un año, murió.
La vida nos ofrece muchas dificultades. Todos los días
enfrentamos un sin número de problemas. En su gran mayoría todos ellos giran alrededor
del dinero. Una mensualidad del colegio de nuestros hijos que no podemos pagar,
una mensualidad de la renta que no podemos pagar, un taxi para ir a nuestro trabajo
el cual no podemos pagar, una humilde y pequeña ración de comida que no podemos
pagar, una cita médica urgente que no podemos pagar…y así podemos numerar
cientos de otras situaciones. Todas pendientes del dinero.
Todas las situaciones que mencioné y cualquier otra
relacionadas al dinero, excepto cuando se trata de la salud; son situaciones
que para muchos son apremiantes. Tenemos un valor moral de resolverlas porque
afectarán a otros, y de no hacerlo, se corre el riesgo de perder hasta la
amistad. Pero qué de cuándo no puedes resolver tal situación. Si bien es cierto
tienes el compromiso y es hasta un mandato divino el pagar lo que debemos. Pero
alguien dijo por ahí “cuando no se puede, no se puede”. Debemos esforzarnos
entonces a trabajar más duramente y en la medida de lo posible considerando
nuestras propias capacidades. No podemos enfrascarnos en una lucha a muerte con
estas situaciones, porque al final lo que acarrearan serán lágrimas y dolor. Tu
salud, por ende tu vida, pueden estar en grave peligro. ¿Qué has de hacer
entonces? “Encomienda a Jehová tu
camino, y confía en él; y el hará” (Salmo 37:5).
Debemos ser agradecidos con Dios por la vida que nos ha
dado. Sea cual sea las circunstancias que nos han tocado vivir. La vida sólo se
vive una vez.
Pidamos en oración a Dios todos los días, con esa humildad que
caracteriza al niño; que nos ayude a poder vivir el día a día siendo agradecidos.
Cuando venga la queja, frenémosla como al caballo, y sustituyámosla por un
sentimiento de bondad. Dios ha sido bondadoso con nosotros, lo puedo sentir
todos los días cuando me levanto y puedo respirar. No tengo nada de que
quejarme. Él ha sido fiel en todo momento. La vida produce una enorme alegría
que sólo Dios puede dar. La vida es dinero que no se puede pagar.
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