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miércoles, 14 de enero de 2015

Dinero que no se puede pagar


En casa, siempre por las noches antes de acostarnos, tenemos la hermosa oportunidad de guiar a nuestro hijo pequeño en su oración a Dios, tal como lo hacíamos con sus hermanos mayores. Para mi esposa y para mí es muy importante que ellos aprendan a depender de Dios y por sobre todo que vivan sus vidas confiados en él. Las oraciones siempre comienzan dando gracias a Dios por todo lo bueno que él ha sido para con todos nosotros durante ese día y los que ya hemos vivido. Damos gracias además por el alimento que puso en nuestras mesas y la salud que nos ha permitido gozar, sus cuidados constantes no sólo hacia nosotros sino también hacia nuestros hermanos en Cristo, familiares, compañeros, y amigos. Luego de dar gracias, seguidamente ponemos nuestras peticiones delante de él. La oración se extiende hasta nuestros gobernantes, niños, ancianos, y todos aquellos que por alguna circunstancia se encuentran “desamparados” en este mundo, sin una ayuda aparente, sin un motivo porque vivir.

La vida no es nada fácil. Hay quienes piensan que por ser rico se goza de plena alegría. Eso es falso. Qué sentido tiene tener dinero y no poder gozar de él. Qué sentido tiene decir que se es millonario cuando estás atado a una enfermedad. Tener dinero, no es ser millonario. Eres millonario cuando eres libre de toda atadura, represión, y hasta de tus propios pensamientos. Porque hay personas que son esclavas de sí mismas. Conozco personas que tienen dinero en abundancia, y gozan de excelente salud física, pero cuando llega la hora de comer, comen un poco de arroz junto a un vaso con agua.

Recuerdo cuando en el año 2004 una compañera de trabajo cayó muy enferma. Para entonces ella tenía 24 años de edad. Estaba muy hermosa, elegante. Tenía una energía que transmitía. Muy proactiva. Cuando hablaba parecía hacerlo en un tono militar. Sus palabras iban impregnadas de cierta autoridad y cuándo hacía una pregunta, en el silencio al esperar la respuesta, parecía decir “dígalo ya”. Era como implícita aquella necesidad de que tal pregunta ameritaba una respuesta rápida y urgente. Como si el tiempo se agotara y que ya no había tiempo para esperar.

Y así fue. Esta enfermedad había avanzado rápidamente. Era un cáncer en el colon por el cual debían operarle. Y así lo hicieron. Los médicos le operaron a los pocos días. Todos los compañeros le vimos decaer rápidamente en su salud. Pasaron algunos meses, y para sorpresa de todos, un día se apareció por las oficinas, muy radiante, llena de vida, feliz. Todos nos pusimos muy contentos con su recuperación, y nunca olvido sus palabras al describir tan cruel enfermedad: “Wilmer, aquí es donde aprendemos a dar gracias a Dios hasta por permitirnos poder ir al baño para hacer nuestras necesidades”. Tristemente su mejoría fue muy temporal. Unos meses después ella volvió a recaer fuertemente, y en un lapso de un año, murió.

La vida nos ofrece muchas dificultades. Todos los días enfrentamos un sin número de problemas. En su gran mayoría todos ellos giran alrededor del dinero. Una mensualidad del colegio de nuestros hijos que no podemos pagar, una mensualidad de la renta que no podemos pagar, un taxi para ir a nuestro trabajo el cual no podemos pagar, una humilde y pequeña ración de comida que no podemos pagar, una cita médica urgente que no podemos pagar…y así podemos numerar cientos de otras situaciones. Todas pendientes del dinero.

Todas las situaciones que mencioné y cualquier otra relacionadas al dinero, excepto cuando se trata de la salud; son situaciones que para muchos son apremiantes. Tenemos un valor moral de resolverlas porque afectarán a otros, y de no hacerlo, se corre el riesgo de perder hasta la amistad. Pero qué de cuándo no puedes resolver tal situación. Si bien es cierto tienes el compromiso y es hasta un mandato divino el pagar lo que debemos. Pero alguien dijo por ahí “cuando no se puede, no se puede”. Debemos esforzarnos entonces a trabajar más duramente y en la medida de lo posible considerando nuestras propias capacidades. No podemos enfrascarnos en una lucha a muerte con estas situaciones, porque al final lo que acarrearan serán lágrimas y dolor. Tu salud, por ende tu vida, pueden estar en grave peligro. ¿Qué has de hacer entonces? “Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y el hará” (Salmo 37:5).

Debemos ser agradecidos con Dios por la vida que nos ha dado. Sea cual sea las circunstancias que nos han tocado vivir. La vida sólo se vive una vez.

Pidamos en oración a Dios todos los días, con esa humildad que caracteriza al niño; que nos ayude a poder vivir el día a día siendo agradecidos. Cuando venga la queja, frenémosla como al caballo, y sustituyámosla por un sentimiento de bondad. Dios ha sido bondadoso con nosotros, lo puedo sentir todos los días cuando me levanto y puedo respirar. No tengo nada de que quejarme. Él ha sido fiel en todo momento. La vida produce una enorme alegría que sólo Dios puede dar. La vida es dinero que no se puede pagar.


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